Es cierto, hace más de un mes que este blog permanece inactivo. No han sido pocos los que periódicamente se daban una vuelta por acá para ver qué onda. Nada mal para un proyecto tan joven. Así que para calmar las ansiedades y ponerle un broche de oro al año, me enorgullece traerles un informe que seguramente no pasará desapercibido. Hoy quiero rescatar un libro al que no voy a dudar en ponderar como imprescindible dentro de la Historieta Argentina de los últimos años. Y que además viene a cuento porque hoy, a casi 15 años de los sucesos que narra, nos viene bien para ejercitar un poco la memoria. Algo fundamental para reflexionar hacia dónde queremos ir y pensar por qué las piedras con las que tropezamos se parecen tanto. Esto, me atajo y aclaro, sin ánimo de vaticinar estallidos sociales de fin de año (deporte nacional desde aquellos días para acá). Sin más preámbulos, en el primer aniversario de la Revolución de la Alegría, hoy tiramos a la parrilla la primera parte de esta gran nota. ¡Buen provecho Míster!
1. Turbulento fin de siglo.
Hacia fines de la década del noventa, la historieta argentina
estaba igual de viva que hoy. Historietistas no faltaban, y se habían ampliado los gustos de los lectores (era época de fácil acceso a material importado de todo el
mundo: Estados Unidos, Japón, Europa). Lo que languidecía era el mercado. Si
por entonces toda industria nacional estaba en crisis, ¿por qué la de la
historieta sería la excepción? Casi no quedaban editoriales o medios gráficos
donde publicar historieta. Hoy tenemos los soportes digitales que en aquél
tiempo aún no estaban desarrollados y el acceso a internet no era ni
remotamente masivo. Entonces, para dar a conocer su trabajo, los historietistas
jóvenes que querían dar sus primeros pasos no sólo tenían que dedicarse a los
guiones y el dibujo. También tenían que diseñar, fotocopiar o imprimir,
encuadernar y abrochar sus propias revistas. Salir a venderlas y distribuirlas en
todo evento o feria en la que pudieran montar su mesita y ofrecerlas al público,
mano a mano. Un camino bastante arduo, el cuál explica por qué en aquél momento
tantos dibujantes se volcaron al diseño gráfico y la ilustración, áreas con
mayor salida laboral que la del historietista.
A diferencia de la movida underground norteamericana, que en
principio nace como alternativa a un sistema para diferenciarse del mismo
estéticamente (aunque no tarde en aparecer cierta continuidad y tradición), la
historieta independiente argentina surge como vehículo de supervivencia. Para
poder seguir haciendo historieta, no quedaba otra que publicarla uno mismo.
Aunque, obvio, los pibes no tardaron en juntarse porque entre varios siempre es más
fácil.
Una experiencia señera en cuanto a edición de historieta
autogestiva y de calidad, tuvo epicentro en la zona Oeste del conurbano
bonaerense, más precisamente en el territorio de Morón. Hablamos por supuesto
de La Productora.
2. En el Oeste está el agite.
El grupo llegó a ser amplio, entre guionistas y dibujantes que
alternaban roles y se combinaban en diferentes tándems. Su núcleo eran (y son aún
hoy) Cristian Mallea, Jok, Carlos Aón, Ángel Mosquito y Gervasio. Y de sus filas fueron parte Dante Ginevra, Diego Agrimbau, José Mazzone, Luis Guaragna y
Federico Reggiani. Todos ellos habían tenido alguna experiencia previa editando
sus propios fanzines o habían sido parte de la Asociación de Historietistas Independientes (A.H.I.),
que se disolvería más tarde pero que había impulsado varios eventos que sirvieron
como punto de encuentro de autores entre sí, y de los mismos con un público ávido de
lecturas nuevas.
Portada de la edición argentina |
El proyecto iba encaminadísimo, sostenido a pulmón y
habiendo encontrado un método virtuoso. La respuesta del público era favorable.
Pero al igual que para el resto de los argentinos, a medida que el año 2001
avanzaba el camino comenzó a ponerse más cuesta arriba.
Los días 19 y 20 de Diciembre, la Argentina terminó de
desmoronarse. El estallido social hizo que el gobierno de la nefasta Alianza encabezada por Fernando De la Rúa abandonara el poder, no sin antes desplegar una feroz represión que dejó al
menos 30 muertos en todo el país.
Para los integrantes de La Productora, el horizonte era tan difuso como
para los demás compatriotas: ¿cómo se sigue a partir de semejante quiebre? La respuesta,
naturalmente, tuvo forma de historieta y se llamó Carne Argentina.
3. Parrillada completa (no se aceptan patacones)...
"Los inadaptados de siempre", de Mallea/Aón. |
Los guiones y los dibujos corrieron por cuenta de Jok, Mosquito, Mallea, Aón, Ginevra, Agrimbau, Gervasio, Reggiani y Guaragna. Los personajes que protagonizan las siete historietas de
Carne Argentina, no se conocen entre sí, ni se cruzan en momento alguno.
Simplemente transitan el mismo cambalache desde diferentes realidades, entre el
humor, el drama y el grotesco. Hay vecinos que se atrincheran ante la
posibilidad de que los vengan a saquear desde otro barrio cercano; hay un
ingeniero que, jaqueado por el corralito, se ve obligado a recurrir a su vecino
del country (el futbolista del momento) para proponerle una tramoya cambiaria y hacerse
de unos dólares; hay un gerente de banco que es secuestrado por una familia en las
inmediaciones de un cajero automático que no entrega plata; el Racing campeón de
Mostaza Merlo; los sueldos atrasados en patacones o pagados con cheque; y por
supuesto, las infaltables cacerolas y la represión en Plaza de Mayo. Todo eso
está ahí, en ese pequeño volumen de tapa naranja, y la gran virtud que tiene no sólo es cohesionar esas historias tan diferentes entre sí desde lo argumental y desde lo
estético. El mérito está en haberlo hecho con un nivel de calidad tan alto en
cada aspecto (la composición de las páginas, los diálogos, la fluidez
narrativa, el diseño de los personajes), todo producto de ese meticuloso
“tallereo”. Pero hay algo más que a mi entender hace de este un
libro fundamental de la historieta nacional . Y es que funciona como instantánea que condensa tres
momentos en uno: el del país, el de la Historieta y el de sus autores. Con respecto a
esto último, sin duda se trata de esos álgidos momentos en los que las
individualidades se combinan a punto caramelo y estallan en el todo. Como una banda
de rock en su apogeo o un equipo deportivo que cosecha varios títulos al hilo.
En Carne Argentina todos demuestran estar en plena forma. Y apenas calentando,
porque prácticamente todos los integrantes de La Productora que
participaron de ese libro no pararon de evolucionar desde entonces, y siguieron
dando grandes obras. Muchas, incluso, celebradas en el exterior y aún inéditas
en Argentina.
"Uno de los pibes", de Agrimbau/Ginevra. |
Hasta acá la primera parte de la historia. En la próxima entrega, los autores cuentan con lujo de detalles cómo concibieron esa gran obra colectiva, cuánto les costó poder publicarla aquí en Argentina, qué fue de La Productora luego aquella experiencia y dan también su visión del pasado, presente y futuro posible del país. Nos vemos ahí, ¡Al Rescate, che!
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