domingo, 26 de febrero de 2017

J.J. Rovella: "A mí lo que me gusta es contar".

¡Qué veranito, eh..! Si estás leyendo esto, es porque felizmente no te alcanzó ningún corte de luz. Durante esta semana que pasó, yo no tuve tanta suerte. Y eso, sumado a algún que otro problemita técnico (de esos que nunca faltan), me impidió publicar esta nota un poco antes. Hacía un tiempito que tenía pendiente un reportaje a Javier J. Rovella. Entonces aprovechamos ese hermoso encuentro que fue La Noche de los Dibujantes, en el centro cultural Konex, y nos sentamos a charlar un rato sobre varios temas. Sus personajes, el lugar de la historieta y el humor gráfico en los medios, los comienzos como lector y como fanzinero, sobre lo lejos que puede llegar una simple historieta y lo importante que puede resultar para mucha gente cuando la hace sentir incluída, aunque más no sea dentro de una viñeta.
Pero en lugar de aburrirlos con más preámbulo, los invito a leer. No quiero que se me derritan frente al monitor. Mejor los dejo con J. J. Rovella, o mejor dicho Don Prolífco...


1. De revistas, fanzines, diarios y redes sociales.

AR: ¿Te acordás de cuáles eran las primeras historietas que leíste cuando eras pibe?
Dante Elefante, publicado en la Spirou y en Billiken.

J.J.R: Mirá, lo primero que leía, porque en realidad en mi casa que era de clase media humilde (mi viejo era tornero, así que tampoco era mucho de inclinarse por el arte o por la historieta o por la lectura) lo que sí llegaba era lo clásico, lo que se conseguía en cualquier kiosco de diarios: desde Patoruzú, que lo leía un montón por ejemplo. Y además mi abuelo me compraba la revista Anteojito, que salía los jueves… ¡y flasheaba con Anteojito! Porque ahí conocí autores que me siguieron gustando hasta el día de hoy, como es el ejemplo de Quique Alcatena que publicaba ahí en esa época distintas historietas de aventura, fantasía y demás. A partir de ahí lo empecé a seguir (tengo las hojas recortadas y todo), hasta las cosas que hizo en la revista Skorpio y demás. Y así como te digo Alcatena, también te digo Oswal, estaba Goyo Mazzeo… O sea cosas más bien realistas pero también humorísticas, como Clemente Montag. Y bueno, seguía ese tipo de historietas y después también algún número de la Billiken, que también era fácil de conseguir, y a través de la cual descubrí la historieta franco-belga.“Dany y Pompón”, “Los Pitufos”, “Ásterix”… y ahí flasheé de nuevo con ese género de historieta, que me encantaba. Después, ya un poquito más grande (no mucho más, tipo a los diez años) empecé a conseguir por canje de revistas la “Spirou Ardilla”, que era la versión española de la revista franco-belga “Spirou”. Y ahí empecé a tratar de buscar o rastrear las cosas que me gustaban. Desde los Pitufos, que soy híper fanático, y toda esa historieta para chicos de aventura, tipo Tinín y demás. Y al mismo tiempo historietas nacionales, cosas de la Skorpio, abriéndome bastante. Pero mucho franco-belga, mucho nacional, que incluso son las cosas que sigo leyendo al día de hoy.

AR: En ese abanico de autores y títulos que tirás, se explica tu propia diversidad de estilos como autor…

J.J.R: Sí, puede ser. Porque me gusta mucho la historieta realista. Después vinieron un montón más que no nombré. Solano López, Breccia… soy híper fanático de Ernesto García Seijas. Me gusta mucho, en realidad (además de lo que llegaba a casa) la tira diaria. Yo soy fanático enamorado de la tira: desde Sendra, Rep, Viuti, hasta cosas como Altuna, García Seijas. El formato tira es algo que me parte la cabeza y me encanta. Era un sueño que tenía, el de poder hacer una tira. Y por suerte lo pude cumplir en el diario Muy, que ya cerró pero por suerte estuve cinco años haciendo una tira diaria. Me parece que es el formato en el que más cómodo me siento o que más me divierte hacer a mí. Me gusta hacer muchas cosas, pero puntualmente ése es en el que estoy más cómodo. Porque puedo jugar con algo de la actualidad en ese segundo, ese momento en el que sale. Volviendo a la diversidad de estilos, es porque me gusta leer diferentes cosas. Entonces hay momentos en los que tengo ganas de hacer algo más de aventura, algo más largo, y momentos con ganas de algo más corto y al pie. Y así, voy rotando. Después, hay muchas cosas mías que se leyeron o publicaron más que otras, pero no porque haya estado haciendo sólo eso. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo una novela gráfica desde hace un par de años que es larga, de unas noventa páginas más o menos. Es un policial negro, que es algo que el que me leyó siempre en Dante Elefante o cosas para chicos no se imagina, otro perfil totalmente distinto. Por ahí  el año que  viene o el otro saldrá. Y ahí se notará más esa diferencia de estilo, o esa inquietud que tengo de contar otra cosa.


"Cándido", western atípico con alma de tira.
AR: De todas formas, cuando uno lee una historieta realista y cruda como “Cándido”, se nota en cada capítulo o episodio cierta estructura de tira diaria, con su remate incluido. ¿Eso es algo hecho de forma consciente?

J.J.R: Exactamente. Cándido es una historieta que publiqué en un fanzine que se llamaba Catzole que hacíamos con unos amigos en los noventa, todos dibujantes profesionales ahora (Julio Azamor que dibuja mucho story comercial, Salvador Sanz que publica en Fierro), y estábamos aprendiendo, haciendo una revista donde publicar nuestros laburos. Cándido nació ahí, y eran tres historias, cada una funcionando individualmente (con su principio, nudo y final), pero a su vez juntas te cuentan una historia larga (que es algo que se nota ahora que se publicó recopilado en libro). Y que es la historia del personaje, quién es y qué le pasó para llegar ahí. Pero individualmente funcionan como historias separadas. Y está pensado a propósito porque se publicaba en nuestro fanzine, que no tenía periodicidad. Capaz sacábamos una cada cuatro meses o cada seis o una por año. Entonces había gente que no leía todos los episodios porque la distribución era difícil. No es que se conseguía en todos los kioscos de diarios. Más que nada en las comiquerías, y tenías que ir ni bien salía porque capaz que ahí dejábamos cuatro o cinco ejemplares. Entonces era difícil para muchos tener todos los números y leer todos los episodios. Aparte no había en aquél momento tantos eventos. Más bien hacia el final, cosas como Fantabaires que eran momentos ideales para encontrarse con el lector para que se lo lleve. Entonces buscaba eso, que cada episodio funcionara individualmente y al mismo tiempo contar algo más largo, la historia del personaje.

AR: Estamos charlando acá en plena Noche de los Dibujantes, donde los hay de todo tipo, de todos los estilos, no sólo de historieta. Siendo que estéticamente vos también te movés  en un rango amplio, ¿por qué historieta en particular? ¿Cuál fue el clic por el que te decidiste a encarar el dibujo por este lado?

J.J.R: Es que yo no me considero dibujante, en realidad. Tengo miles de falencias en cuanto al dibujo. Lo que sí me considero es historietista o humorista gráfico, como que mi estilo sirve para contar algo, no como una ilustración en sí. Al menos es lo que me pasa a mí. A mí lo que me gusta es contar, ahí es donde más cómodo me siento. A veces tengo ganas de contar algo muy pesado o muy largo, entonces me explayo en una historieta larga, y otras veces algo más simple, entonces sale en forma de tira, de historieta humorista o viñeta de humor gráfico. Pero lo que más me gusta es contar algo, en realidad. De hecho hace un par de años también estoy haciendo guiones para otros colegas o amigos dibujantes. El año pasado salió un libro infantil llamado “D.E.S. Pareja”, de la editorial Comiks Debris, en la que yo solamente hice el guión y un amigo (Javier Suppa) hizo el dibujo. Pero tengo también otros guiones  con otros dibujantes, que están dando vueltas por ahí, haciéndose. Así que lo que me interesa mucho es contar historias, armar personajes, es lo que más me divierte.

AR: En “D.E.S. Pareja” también alternás los episodios autoconclusivos con un argumento general más amplio.

J.J.R: Exactamente, son historias de dos páginas, cada historia contando una situación del personaje con diferentes parejas con las que le toca trabajar, y hacia el final del libro comienza una historia de veinte páginas que cierra todo, es como un broche de toda la historieta. Pero se pueden leer tranquilamente los episodios por separado como historietas sueltas.

AR: ¿Y pensás retomar esos personajes en otro libro?

J.J.R: En principio cierra ahí. Con Javier Suppa ahora estamos haciendo otra historieta que se llama “Bucaneros”, de piratas, más fantasiosa. Y estamos muy abocados a eso, pero si mañana “Bucaneros” termina y sale alguna buena idea con “D.E.S. Pareja”, lo podemos retomar. Por ahora no creo.

AR: Recién mencionabas que cumpliste tu sueño de publicar una tira diaria, pero que el diario en el que salía cerró. A eso se le puede agregar los cambios en los hábitos de lectura y consumo cultural que se están dando con las nuevas tecnologías. Para cierto tipo de historieta, fuertemente ligada a los medios gráficos desde sus comienzos, se van reduciendo los espacios. ¿Vos cómo ves esto?

J.J.R: Sí, está complicado. El lugar de la historieta y el humor gráfico, son los diarios. Después, a nivel revista de historietas, no hay en el país. Está la Fierro, pero tengo entendido que ahora deja de salir y supuestamente cambia de formato, o no sé bien qué porque no estoy en la revista. Entonces sí, faltan en el país. Afuera todavía quedan. En Francia, Estados Unidos, Japón, hay un mercado para mostrar. Pero acá es el problema. Lo que yo estuve haciendo mucho también es publicar en las redes sociales. Al menos para que se conozca lo que está haciendo uno para afuera, o lo que está haciendo de forma personal acá. Yo estuve casi todo el año pasado publicando todos los días de lunes a viernes un chiste de un personaje mío que se llama “La Brunella”, que se está publicando en la revista Barcelona. Y todo ese material que salió en el Facebook y está saliendo en Barcelona va a ser recopilado por Ediciones de la Flor para la próxima Feria del Libro, creo que en abril. Y es una vidriera también el Facebook mal que mal, para empezar a mostrar a las diferentes editoriales el trabajo que hace uno. Durante este verano estuve haciendo algo nuevo que se llama “Humor a diario”, a partir de diversos titulares de los periódicos. Y en marzo retomo un personaje que se llama “El Oficial Yuta”, entonces de lunes a viernes cada día una tira con ese personaje. Después veremos qué pasa, si funciona y puede salir en libro, si lo puedo meter en otro lado, pero la idea es seguir mostrando lo que uno hace o las cosas que uno hace para afuera y poder darlas a conocer acá de alguna forma.
"Humor a diario", último descubrimiento de Rovella.

AR: Resulta raro hablar de falta de espacios para publicar historieta cuando ahora mismo estamos viendo larguísimas filas de personas esperando un dibujo de sus dibujantes favoritos. La gente se copa, y no sólo lo demuestran eventos como este, las escuelas y cursos de historieta tienen cada vez mayor demanda. Vos mismo te dedicás a la labor docente. ¿Cómo es enseñarles y prepararlos sabiendo que luego será tan difícil publicar algo?

J.J.R: Y, es complicado. Yo soy Maestro Nacional de dibujo, estudié en la escuela Manuel Belgrano de Bellas Artes: pintura, dibujo, escultura, grabado. Yo hacía historieta desde siempre. Y en la escuela hacía historieta y me veían como un bicho raro. No, no, acá se viene a hacer pintura. Depende el profesor, obviamente. Pero había muchos muy cerrados en las artes “tradicionales”. Y para mí la historieta era mucho más, me servía para canalizar lo que yo quería hacer ahí. Y cuando me recibí dí clases en un par de colegios, pero lo que más me gustaba era dar historieta. Ahí fue cuando empecé a dar clases en diferentes escuelas y cursos específicos. Este año estoy dando en cuatro lugares. Y está buenísimo, a mí me encanta porque me carga las pilas ver a los pibes. Acá en el evento este me encontré con cuatro ex alumnos míos (grandotes ya) dando vueltas, mostrando carpetas, dibujando ellos. Y está buenísimo ver que esos pibes que tuve yo hace cinco años o más siguen entusiasmados. La única forma de pegarla, de vivir de lo que uno hace, mostrar su hobby, es ése: seguir adelante. No queda otra. Y la otra es mandar afuera material. Yo publiqué Dante Elefante (que hoy está en Billiken) en la revista Spirou de Francia, y sin haber viajado nunca a Francia. Gracias a las redes sociales, a internet, a los mails. A poder estar conectados mucho más fácil con cualquier parte del mundo. Eso es lo que yo (aparte de enseñarles otras cosas) trato de meterles en la cabeza a los chicos. Que el límite no existe, que si algo les gusta manden un mail y muestren. Que no tengan vergüenza de mostrar el trabajo afuera, que si no pasa nada bueno, el año que viene pasará, o el otro. Y hay que seguir mostrando y así. Es muy difícil no hacer algo que te gusta porque no habrá trabajo. Y a mí me carga mucho las pilas la docencia, también. Dar clase me llena mucho, y después venir acá y ver a los pibes que siguen dibujando y me muestran sus carpetas… nada, está buenísimo.

AR: Vos te profesionalizaste, hiciste tu camino. Tenés libros publicados, tu espacio en ciertos medios. Pero tus primeros palotes los hiciste autoeditándote, publicando tus fanzines. Hoy también hay una gran movida fanzinera. ¿Cómo la ves en contraste con aquella de la que fuiste parte en los noventa? Más allá de algo obvio, que son los cambios tecnológicos que mencionabas antes.

J.J.R: Bueno, sin duda las redes influyen mucho como medio de comunicación, pero también como soporte. Hay muchas cosas que están hechas directamente para blog, Facebook, fan page, todo eso para no tener que pagar imprenta. En la época que hacíamos fanzines nosotros, estábamos asociados en la A.H.I. (Asociación de Historietistas Independientes), éramos bocha de fanzineros los que estábamos haciendo cosas. Porque la unión hace la fuerza, y de esa forma podíamos ir todos juntos a Fantabaires, hacer diferentes exposiciones. Y todo porque éramos muchos. Ahora la verdad que no estoy muy metido en lo que está saliendo. Sí conozco muchos por alumnos y ex alumnos que hacen fanzines, pero está muy bueno por ejemplo que existan eventos como Dibujados, que es un evento que le da cabida a esto, a los pibes que hacen sus fanzines, que está mostrando su propio trabajo, no tanto a nivel editoriales. Que si bien hay un sector que vende libros, de cosas que se consiguen en librerías, el 80% te diría que son fanzines o revistas que no las vas a conseguir en ningún lado, o quizás sí pero va a ser más difícil. Ahí las tenés todas juntas. Entonces, no sé si un mercado, pero hay inquietud de hacer, de gente trabajando haciéndolo y lo que falta me parece que es un poco más de vidriera para poder mostrar lo que se está haciendo y lo que pasa. Este evento es el claro ejemplo de que la historieta está viva, de que la gente quiere ver a los historietistas dibujando, de comprarse un libro, del contacto ese. A mí como docente me llaman mucho de colegios para dar charlas de historieta en primarias y demás. Y cuando vas ahí te das cuenta que a los pibes les encanta la historieta, ¡les encanta! Y por ahí no conocen mucho pero porque les pasa lo mismo que me pasaba a mí de pibe, que uno no sabe de dónde conseguir. Y si tus viejos no conocen, como me pasaba a mí, porque no leían ni les gustaba leer historieta, lo único que me llegaba era lo que se conseguía o salía en el diario, entonces yo me aferraba a eso y a partir de ahí empecé yo mismo a buscar algo más. Pasa lo mismo: muchos docentes no conocen la historieta, entonces es muy difícil que les inculquen a los chicos para que conozcan otro tipo de historieta, además. No sólo la clásica, que es Mafalda (y que es genial y está buenísimo que la conozcan pero tendrían que poder conocer otras cosas más), o Gaturro que está en todos los colegios o el Eternauta. O sea, esas cosas llegan hasta mi tío, cualquiera llega a conseguir eso. Pero está bueno que un docente conozca más, que empiece a llegar a la escuela otro tipo de historieta (algo se estuvo haciendo estos años), simplemente para ver si al chico le gusta o no. Yo cuando voy a dar charlas flashean lo chicos cuando llevo originales o libros para mostrar, cosas que no vieron nunca en su vida y en media horita que estás ahí te tiran setecientas preguntas. Porque es eso, la inquietud, las ganas de saber más, de cómo se hace.


La mítica Catzole.
AR: ¿Y en la época en que ustedes hacían Catzole o se agrupaban en la A.H.I. cómo era buscar espacio? Ya no quedaban casi revistas, cerraban la editorial Columba, la Urraca…

J.J.R: Fue una época, para mí y mis amigos que publicábamos juntos, sobre todo de aprendizaje. Teníamos muchas ganas, mucha pila, todo nuestro tiempo estaba dedicado a Catzole, para decirlo de alguna manera. Hablo por Sanz, por Azamor, los que la hacíamos. Los viernes a la noche íbamos a vender a los que hacían la cola para ver a Dolina; los domingos íbamos al Parque Rivadavia; evento que había, íbamos; cualquier estreno de cine que pudiera ser afín (ponele Star Wars) íbamos a la cola y la vendíamos ahí. Nuestra vida rondaba en dibujar, juntarnos a armar la revista, ir a la imprenta a compaginarla, cortarla y abrocharla nosotros mismos porque así nos salía más barato y después venderla, distribuirla, conseguir publicidad y demás. Era una etapa de aprendizaje total. Aprendiendo a dibujar, a escribir, y rompiéndonos el lomo en equipo y haciendo miles de cosas que no era que no nos gustaban, si no que no eran nuestra tarea. Lo nuestro era dibujar nada más. Todo aquello nos sirvió un montón, aprendimos a armar una revista, el concepto de trabajar en equipo, juntarnos con otros historietistas que hacían otros fanzines. Fue una etapa dura. No de sufrir, pero complicada, porque no había mucha posibilidad de laburo. Era romperse para juntar la plata para sacar otro número, no es que hacerlo nos dejaba plata. Y si pasaba como nos pasó, que en la exposición Buenos Aires No Duerme ganamos como mejor fanzine, y ahí nos dieron un espacio en el que se vendía a morir y ese número vendió un montón, toda la plata que nos entró la pusimos en hacer el número que seguía: duplicamos la cantidad de páginas, mejoramos la impresión, le hicimos una tapa que se desplegaba en un tríptico. Así de sencillo. Y era una etapa en la que podíamos hacerlo: no habíamos formado familias, todos estábamos aprendiendo, andábamos en la misma. Fue una etapa genial para nosotros, pero coincidiendo con ese momento donde cerraba todo y no había lugares para mostrar el trabajo. Era esa dualidad de decir, ¿está bueno o no? ¿Es un garrón o está buenísimo? Después se fue acomodando todo con el tiempo. Se fueron dando otras oportunidades de poder publicar aquí y allá… y hay que seguir. Veremos qué pasa.

2. De personajes y realidades.

AR: Algo que me parece notable en todas tus historietas (pero más aún en las infantiles o humorísticas), es la presencia en primer plano de los conflictos familiares: en  Ferreópolis y en Zebita, los padres no tienen empacho en discutir frente a los hijos; Cándido guarda, más allá de las situaciones en las que se ve envuelto, una vieja pena familiar; ni hablar de Brunella, niña que en su pobreza material convive además con un entorno de violencia de género y explotación. Todo lo contrario al modelo de historieta aséptica, de familia tipo en un barrio sin conflictos...

J.J.R: Yo creo que en primer lugar, me sale así. Es como decís vos, en todas mis historietas ronda el tema, ronda esto de la familia y sus conflictos. Y de hecho en el último libro de Zebita, que se llama Zimplemente Zebita y recopila todo lo que salía en el diario, muere uno de los personajes. Me acuerdo que cuando fui publicando toda esa historia en el diario me decían pará, murió un personaje. Y sí, les decía yo. Es la vida, ¿a quién no se le murió un abuelo? Lo que quería mostrar yo, lo que quiero mostrar siempre, es que aparte de un gag, algo cómico o pasatista, mostrar que los personajes van viviendo cosas que vivo yo también. Por ahí un día no tenía ganas de hacer humor, y hacía humor con algo cotidiano que me molestaba o metiéndome más en la vida del personaje, en lo que le pasa a él más que al entorno. A mí me divierte mucho eso de los cambios en los personajes, ponerles conflictos de la realidad y el hecho de que muera un personaje al principio me lo planteé bastante antes de hacerlo. Después me dí cuenta de que, al menos para mí, fue lo mejor hacer eso, porque ganaba el personaje. Es un personaje muy conflictivo que habla con la zeta, que zezea. No tiene amigos, es más: tiene amigos imaginarios. Y en un momento de la historia pasaba esto, que siempre hacía a los padres peleándose, entonces dije y que se separen, ¿o se van a estar peleando en todas las tiras? E hice que se separen. Siguió así, y Zebita tenía siempre confidencia con uno de la familia, y ese personaje estaba viejito y… y bueno, que se muera. Ya está. Pasa en todas las familias eso. Siempre sin ir a lo burdo, por supuesto. No es Crónica, nada macabro. Simplemente visto a través de los ojos del personaje, que se le muera un ser querido y cómo se lo toma él, y qué pasa, cómo sigue, cómo se lo replantea.

AR: Y reflejándolo siempre desde lo gráfico, desde el dibujo. Como la secuencia en la que Zebita se entera que sus padres se separan.


Zebita refleja cosas duras para cualquier pibe.
J.J.R: Sí, siempre aprovechando desde el dibujo, de la historieta. En eso juego muchísimo con Dante Elefante, lo que es la viñeta, la onomatopeya, todo el lenguaje de la historieta. Ahí te diría que el 50% de los chistes tiene que ver con eso. Y en otro tipo de historietas cada tanto lo uso. En esa oportunidad me parecía bueno como recurso gráfico. Había un quiebre en la familia, y había un quiebre en la tira, la viñeta se caía y se rompía toda en pedazos. Y quedaba él sólo, ahí desnudito con su alma, desamparado. Me parecía que como imagen estaba linda para ese momento. Ahora cuando salga el libro de La Brunella, si bien es humorístico y demás, se mete mucho con lo que es violencia de género. De hecho en Facebook se armó medio una polémica con un par de viñetas que subí, que se malinterpretaron. Pero bueno, ahora cuando esté el libro lo van a leer entero y van a poder entender lo que quería contar. Quizás leyendo una viñeta sola piensen que va para un lado, pero cuando lean todo junto se van a dar cuenta de qué lado estoy, digamos. Pero también ahí me meto mucho con lo que es familias ensambladas, violencia de género o el hambre que vive el personaje. Un montón de temas así, cotidianos. Que están dando vueltas, que me gusta cada tanto mostrarlos. Me doy cuenta que me gusta a mí contar eso. La tira que empiezo a publicar ahora en Marzo en mi Facebook, que es el Oficial Yuta (un personaje viejo que ya tiene un libro publicado hace diez años) la estoy haciendo de vuelta. Porque me di cuenta que tenía un montón de cosas en la cabeza todavía para hacer con el personaje que quería contar. Que es un tema que no se acaba nunca, la violencia policial. Y la violencia de género relacionada a eso, también. Un montón de temas sociales que voy mechando con un humor un poco más simplista, pasatista o ingenuo.


AR: Y que sin embargo te sirven para darle voz a través de los personajes (como el caso de Brunella) a una parte de la sociedad a la que quizás el micrófono suele esquivar, o poner luz sobre pequeñas grandes injusticias a las que nos fuimos acostumbrando (caso del Oficial Yuta).

J.J.R: A los marginados, sí. Por ejemplo, el personaje ya tiene dos libros, se llama Brunella. Son Brunella 1 y el 2, que incluyen lo que publicaba de ella en la revista Comic.ar. Y ahora le empecé a buscar otra vuelta que es más humor gráfico, a color, hablando, hecha en un solo cuadro. No es una historieta, sino una viñeta sola. Y es el mismo personaje, pero ahora la llamo La Brunella, como para marcar ese otro ribete. Gracias a la publicación de sus primeros dos libros, se contactaron conmigo gente que trabaja con gente de la calle. Estuve con los muchachos de “No seas Pavote”, gente de Lavallol que está trabajando para sacar a la gente de la calle, dándoles un lugar, un plato de comida. Y es una locura, pero leyeron la historieta y se vieron reflejados, sintieron eso que vos decís, que alguien les dio voz. Entonces me contactaron, yo no los conocía. Y fui, estuve ayudando un poco, charlando y compartiendo cosas… y entonces es loco, porque llega, a algún lado va llegando lo que estás haciendo. Está buenísimo. Y es eso: desde mi lugar (porque yo no soy un flaco de la calle, si bien vengo de una clase media baja nunca pasé hambre, ni nada de lo que le pasa al personaje en las tiras) cuento lo que veo, ví o lo que me parece que le pasa a mucha gente. Obviamente debe haber mil formas más suaves o más crudas de contarlo, pero yo hago lo que me sale o como lo sé hacer.


La Brunella, una Mafalda acorde a la Argentina de este siglo.
AR: ¿Te inspiraste en alguien concreto para crear al personaje? Todos nos hemos cruzado con una Brunella o la vemos a nuestro alrededor cotidiano…

J.J.R: Es cierto, pero no. Se me ocurrió cuando en una época hacía mi propio fanzine, llamado Tirapia. Metí un chiste sobre una nena de la calle. Pasó un año casi, y como ese chiste me había gustado lo redibujé y empecé a hacer varios con el mismo personaje. Pero no eran tan fuertes, esas vinieron después, son las que se recopilaron. Las primeras eran más ingenuas. Porque lo que quería contar era que una nena de la calle también tiene una familia, y juega con su hermano y su madre, y tiene planes y sueña. Entonces arranqué por ese lado, pero después la historia sola me fue llevando por otros aspectos más heavy, metiéndose en temas como trata de personas hacia el final del libro. Empieza contando algo más tranquilo, a pesar de que el personaje tiene hambre y privaciones, hasta el final habla de eso. Pero te digo, terminó llegando a lugares a los que nunca pensé llegar, algo que está buenísimo. El primer libro tiene el prólogo de Jordi Coll, un editor de España que me está publicando Brunella allá, en una revista. Y el segundo es de Morvan, que es un guionista francés de puta madre, y que conocí cuando estuvo acá. Yo le dí el primer libro, y me sorprendió porque después me escribía hablándome del personaje, quedó enganchado. Yo le propuse hacer el prólogo del segundo libro y me dijo enseguida que sí. Y fue por el personaje, no por mí. Porque no me conocía, no teníamos ningún vínculo, simplemente leyó el libro que le dí y le gustó. Cuando volvió acá en otra oportunidad, fue a la Villa 31 para conocerla, porque no podía creer que la gente viviera así en Argentina, creía que yo exageraba todo en la ficción. Y se puso en contacto con gente de acá para ir a la 31 para ver de primera mano el hambre que hay acá, lo cuenta en ése prólogo. Esas cosas me flashearon, me voló la cabeza que el personaje genere eso. Que un tipo lea un libro y se pregunte ¿esto pasa de verdad?, no sólo leer y decir me gustó o no me gustó. Fue un paso más allá, quería constatar si de verdad ahí es tanta el hambre y la gente anda en patas. Para mí la verdad que estuvo buenísimo.

AR: Y cuando te encontrás con tu público, ¿qué personaje te suelen pedir que dibujes más seguido?  

J.J.R: Y, Dante es el más conocido, quizás. A Brunella me la piden mucho, también. Pegó bastante. Pero Dante se publica todas las semanas en la Billiken y ya tiene cuatro libros editados en De la Flor, tiene mucha llegada a los chicos. Por eso donde sea que haya chicos, en alguna escuela o eventos como este, me piden a Dante. Hoy por ejemplo, hice más Dante…

AR: Cuando empezamos esta charla me hablaste de tu fascinación por la revista Anteojito. Repasemos algunos personajes a los que les diste vida: Dante, Zebita, La Brunella, Niko y Miko, Ferreópolis… Me parece que a esta altura ya creaste tu propio Trulalá…

J.J.R: Es verdad (risas), y que de hecho los mezclo. El Oficial Yuta aparece en el libro de La Brunella, igual que Zebita. Esos tres personajes viven en el mismo contexto y todo el tiempo están interactuando. En la tira de Zebita, en el diario, aparecían Brunella  y el Yuta. En el libro que sale ahora de La Brunella aparecen Yuta y Zebita.  En las tiras de Yuta que estoy haciendo ahora, es inevitable que me surjan los otros dos, en la medida que pasa algo que involucra la voz de los otros personajes, interactúan. Ellos tres viven como en el mismo barrio o ciudad, están conectados todo el tiempo. Y después, a Dante lo meto siempre de fondo, como mi muletilla. Ya sea como elemento del decorado (un peluche, una foto en la pared) o incluso como alguien disfrazado de él en un tren de la alegría. Me gusta mezclar para los lectores que me siguen, que quizás sean los menos, pero aunque fuera uno sólo el que me sigue, cuando encuentra ese detalle es como un valor agregado, un guiño más para él digamos.

AR: No deben ser pocos los que te siguen, estoy seguro… Gracias por esta charla y  te seguimos leyendo, che.

J.J.R: Dale, buenísimo. Saludo a los lectores.


Apenas una parte de la obra de "Don Prolífico".


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