lunes, 16 de enero de 2017

Para no olvidar.

1. Multiversos multiuso.

Acerca de la Poesía, sabemos que es un arma cargada de futuro. Lo hermoso de la Historieta, es que en sus cuadritos y entrecalles caben la Poesía, el futuro, el pasado y otros tantos infinitos. Más allá de sus orígenes, o de los formatos y medios en los que mayormente se expandió y consolidó, aún no se han explorado (ni mucho menos agotado) todas sus posibilidades como vehículo de ideas. Como herramienta pedagógica, por ejemplo, ha tenido y tiene muchísimos usos. Acuden a mi mente instructivos de uso de artefactos o de aplicación de medicamentos, recetas de cocina, campañas de políticas públicas y libros de texto escolar. E incluso hay ejemplos más cotidianos. En su tránsito por las redes sociales, antes de llegar aquí, el atento lector de estas líneas habrá visto más de un mensaje (publicitario, político, paródico, etc.) representado en forma de viñeta. Algo tan común, que uno a veces no lo piensa.
Como con tantos otros inventos de la humanidad, la historieta no es mala ni buena en sí misma. Remitámonos simplemente a Héctor Germán Oesterheld, que algo de historieta sabía, cuando sintetizó la cuestión en una frase sencilla aunque nada pavota: “la historieta es mala cuando se hace mal” (el contexto de esta afirmación ha sido revisitado estos días por los colegas de la revista Kamandi, vale la pena darse una vuelta por ahí). Y como nos encanta jugar con las palabras, podemos ampliar diciendo que es mala cuando se usa para el mal. Ambas cuestiones, el cómo se hace y el cómo se usa, son los ejes que hoy me interesa analizar a partir de lo que mencionaba al principio. A partir de una de las encarnaciones posibles de la Historieta cuando se la usa de forma pedagógica, acaso la más emblemática: la historieta de temática histórica. 

2. HGO lo sabía.

En Argentina, hemos tenido y hay varias experiencias de abordaje de la Historia a través de historietas. Y bien diversas entre sí tanto desde lo estético como desde el enfoque del que se parte. En virtud de esto último, no será esta nota la única referida al tema, porque muchas de ellas son muy buenas y merecen un capítulo aparte. Hoy tomo un par de estas experiencias como ejemplo de lo que dije más arriba, el cómo se hace y el cómo se usa. Vuelvo entonces a Oesterheld, para tomarlo de ejemplo con su serie “Latinoamérica y el imperialismo”, realizada junto a Leopoldo Durañona entre 1973 y 1974 para la revista “El Descamisado” de la organización Montoneros, a la que el guionista se había acercado por intermedio de sus hijas. Cada entrega, de entre tres y cuatro páginas, tomaba diferentes episodios (como las invasiones inglesas) o figuras (Rosas, Artigas, Urquiza) desde un revisionismo que, naturalmente, buscaba tender puentes entre el pasado y el momento en que se publicaban, desde la línea política de Montoneros. Estamos frente a la cuestión del arte y el compromiso político, discusión eterna y frecuentemente mal abordada. Es el momento en que la persona que conoce su oficio y es buena en el mismo entiende que además puede ponerlo al servicio de algo justo en lugar de solamente usarlo en beneficio propio. Suele ocurrir que se desmerecen obras al ser evaluadas únicamente como panfleto. Sucede en todas las artes, John Lennon se cansó de discutir el asunto cuando le reclamaban que hiciera más pop en lugar de hablar del mundo que lo rodeaba (Lopérfidos hubieron siempre en todas partes). Acá Oesterheld encarna la frase que enunciara él mismo unos años antes y que citamos más arriba: la historieta es mala cuando se hace mal. Pero no se trata de mala fe únicamente. Pueden ocurrir (o se puede incurrir en) otras cuestiones. En uno de los episodios (“El 17 de los Orilleros”) tropieza haciendo una interpretación de Mariano Moreno que los lectores consideraron forzada o errónea, dando lugar a un debate entre los mismos y los editores del semanario. Está todo reflejado en el libro que recopila la serie, oportunamente publicado por Doeyo y Viniegra Editores, donde se incluye la explicación que el propio guionista daba al respecto en la ya clásica entrevista concedida a Carlos Trillo y Guillermo Saccomano en 1975:
“Para mí fue por un lado la afirmación, en ese sentido, de lo que puede hacerse en historieta, enriqueciéndola. La historieta ha dado una serie de cosas como la aventura, pero existen en el género vetas sin explotar. Eso de El Descamisado fue algo nuevo. Es como ocurre con cualquier género literario, una manera de hacer potable ese compromiso, y hacer un aporte útil. Es esto lo que quisiera hacer con la Guerra del Paraguay, claro que en una forma más fácil y no tan irritante. Tengamos presente que la historieta de El Descamisado era una referencia constante a la actualidad. Una buena historieta sobre la Guerra del Paraguay sería utilísima para el desarrollo cultural de un montón de gente, explicaría pila de cosas. Después, aparte de otros problemas que hubo con El Descamisado, entró a fallar la documentación y la continuó, cuando yo la dejé, Jorge Morhain. Esa historieta, aunque pudiera tener doce o catorce cuadros, me costaba mucho más esfuerzo que tres guiones para (la editorial) Columba. No sólo había que documentarse sino encontrar cosas claves que tuvieran que ver con el presente. La historieta trazaba constantemente un paralelo entre el pasado y el presente. Esa fue una cosa que surgió del trabajo, al hacerlo. No fue inicialmente deliberado. Después le encontré “esa vuelta” y realmente quedó como uno de los aportes más originales.”
Lo que ocurrió con aquél episodio no invalida un ápice la obra en su conjunto. Precisamente porque estaba bien hecha. Fantásticamente dibujada por Durañona. Y escrita por el mismo Oesterheld que nos había dado Mort Cinder, El Eternauta, Ernie Pike y la vida del Che. La intención era clara, así como específico el lector al cual estaba dirigida. La buena pedagogía es la que genera y abre debate de ideas, no así la que busca imponer un pensamiento único. En ese sentido, “Latinoamérica y el imperialismo” se enmarca claramente en el primer caso.

3. Debo estar en América del Sur (¡garantizado!)

Si al contar la Historia en historieta está el peligro de caer en inexactitudes o hacer interpretaciones forzadas, no faltará quien piense que es posible hacerlo de manera “objetiva”. En otras palabras, sin bajadas de línea, apolíticas, asépticas, light. Y si es light, se puede vender y comprar en el supermercado, ¿por qué no? Yo he tenido la experiencia de ver historietas sobre San Martín y Belgrano en una góndola cualquiera, tiradas en el piso, exhibidas así nomás junto a revistitas de actividades con la licencia de Disney del momento. Porque así fue concebido ese producto. Así como Nik pone la firma en cualquier artículo que lleve la cara de Gaturro y después simplemente va y cobra, el historiador mediático best seller pone contento su nombre para que la mayor cantidad de gente posible consuma unas historietitas inspiradas en lejanas gestas patrias, para consumirse de la misma manera en que consume agua saborizada, jabón para la ropa o yogur laxante, con la misma lógica. 
Cuando el año pasado la editorial Planeta decidió ampliar la colección Historieta Argentina de Felipe Pigna con una nueva línea (Historieta Americana), hubo algo que me llamó la atención. Habían incorporado dos buenos historietistas como son Luciano Saracino y Fabián Mezquita. El único tomo anterior de esa colección que había leído, no se destacaba desde el dibujo y hacía gritar a uno de sus personajes “que se vayan todos” en una rara referencia a 2001, siendo que se trataba de las invasiones inglesas de 1806.
Sin embargo el resultado de esta nueva serie me decepcionó bastante. Desconozco en qué condiciones habrán tenido que llevar a cabo ambos tomos los autores (el primero sobre Cristóbal Colón y el segundo sobre Túpac Amaru), pero claramente no están a la altura de sí mismos. Intuyo que la cuestión pasa por lo que marcaba más arriba. ¿Con qué lógica está concebido este producto? Porque a pesar del respeto que les tengo al guionista y al dibujante, no se puede usar aquí la palabra “obra”. ¿A qué público va dirigido? Uno intuye que al público infantil, porque la lógica que se adivina es que haya un Pigna para cada sector de mercado. Producido para consumidores de “contenidos” en lugar de lectores. El tema es que ver la misma carita copiada y pegada varias veces hace ruido. Ampliaciones de cuadros en los que se nota el pixelado, hacen ruido. Un pibe se da cuenta, son cosas que se notan. Cuando un editor es reemplazado por un diseñador, se nota. Y la calidad es importante porque estás contando cosas importantes. Otra vez: la historieta es mala cuando se hace mal.


4. Para no cambiar futuro por pasado.

¿Por qué se me ocurrió escribir sobre esto? Como siempre, para hacerse y responderse preguntas a uno mismo. Y compartirlo. Acá van dos. La primera ¿Por qué son importantes las historietas históricas? Repito las palabras de Oesterheld: son utilísimas para el desarrollo cultural de un montón de gente. Y añado, porque ayudan a tener una saludable memoria. Porque hay cosas que no cambian. O mejor dicho, luchas que no debemos abandonar. En la historieta sobre Túpac Amaru, Saracino hace hablar así al Virrey Vértiz: “Es la salud del Virreinato la que se está poniendo en juego. ¡Y todo por una rebelión encabezada por animales!” Continúa Vértiz: “Que la Historia olvide para siempre esta insurrección y recuerde el modo en que la misma fue acabada para siempre”. “Amén”, contesta un sacerdote, y no resulta difícil pensar en el actual gobernador de Jujuy, así como en los grandes propietarios y el clero a quienes representa. Se trata de cosas que no son nuevas, tan sólo las fuimos olvidando.
La otra pregunta, al respecto de lo que planteaba al principio sobre la historieta, el cómo se la hace y cómo se la usa. ¿Cuál es el peligro de una historieta mal hecha? Que además de estar mal hecha, se la use mal intencionadamente. Pasó de largo para muchos, pero no fue ninguna pavada. Hace tan sólo mes y pico aproximadamente, el Ministro de Cultura de la Nación, ese que ordena despidos y palos mientras se va de vacaciones, declaró con total liviandad: “esta es la nueva Campaña del Desierto, pero no con la espada sino con la educación”. Tenemos que estar atentos. La batalla cultural es importante, la construcción de sentido es importante. Y la buena memoria es fundamental. Como dije antes, no será esta la única nota al respecto, hay muchas buenas cosas para recomendar. Ojala sigan apareciendo buenas historietas sobre nuestra Historia, para que siga siendo nuestra y no nos la vuelvan a robar. Al Rescate también de eso.


                                                   

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