domingo, 20 de marzo de 2016

A rodar la vida. Primera entrada.

Un comienzo de año medio apagado.

Yo arranco mi blog cuando ya casi acaba el primer cuarto de 2016. Y la verdad que en este primer trimestre no sucedió mucho en materia comiquera. Comenzamos, de hecho, con la triste noticia de que la editorial cordobesa Llanto de Mudo bajó definitivamente su persiana. Y  esto se debe a que, luego del fallecimiento de su fundador Diego Cortés el pasado mes de Agosto, perdió el empuje y las ganas su otro responsable y referente, el historietista Nicolás Brondo. Así lo manifestó en un comunicado y desde acá lo lamentamos mucho, puesto que se trata de una de las editoriales independientes que más dio a los lectores durante los últimos años y acaso de las pioneras, siendo que arrancó allá por 1995. Por suerte marcaron un camino y hay quienes lo siguen notablemente, como es el caso de Loco Rabia, o el Hotel de las Ideas, por nombrar sólo dos. 
Por lo demás, no hubo casi muestras ni lanzamientos. Podemos atribuirlo al ocio vacacional de Enero, al “a ver qué pasa” característico de toda transición de gobierno (que atravesó no sólo a la historieta sino a todo sector del país), o al ajuste que efectivamente llegó tras la alegría del cambio. Yo no sé, no me inclino completamente por ninguna de éstas hipótesis. Yo simplemente aproveché mis breves vacaciones y me compré algunos libritos para ir aprovisionándome, porque me estaba preparando para echar a andar en esta humilde nave. Algunas de esas cosas las reseñaré en los próximos días.
Ahora bien, cuando ya casi tenía todo listo para salir al ruedo con este sitio, me dije ¿con qué arranco? Entonces, Marzo entró a su segunda mitad con dos novedades que a mí me resultan relevantes. Por un lado, Clarín levantó a La Nelly luego de trece años de publicación. Así nomás, sin mucho aviso previo y en medio de una saga. Ya la habían sacado de la emblemática contratapa del matutino hace un par de años, dejándola casi escondida en las páginas interiores, casi al fondo y ahora parece que la polémica jubilada de la motosierra pasó a engrosar la lista de despidos en el sector privado. Por el momento es poco lo que se sabe al respecto, así que “ampliaremos” como se dice en la jerga periodística. 
Por otra parte, salió a la calle el número 113 de Fierro, dedicado íntegramente a La Toma, de Emilio Utrera. A continuación, algunas impresiones que me dejó al momento de leerla.


En Félix e Hijos, todos adentro.

No es la primera vez que Fierro publica en sus páginas una obra completa, dejando momentáneamente de lado su habitual formato antología. De todas las veces que lo hizo, es la segunda que se trata de una obra inédita, no publicada antes en ningún otro formato o publicación del exterior. El antecedente del que hablo es “Tortas fritas de polenta” de Rodolfo Bayúgar (número 78, Abril de 2013), obra cuya nueva edición en libro está a punto de lanzar Hotel de las Ideas.


Sobre la obra previa de Utrera no puedo decir mucho. Nunca hojeé siquiera su fanzine Barras, dedicado al fútbol, o más bien a lo que lo rodea. Apenas leí el pequeño relato futbolero que incluyó en el especial mundialista que Fierro hizo en 2014, y la tapa que dibujó para el número 93 no me había gustado en su momento. Esta vuelta fue al revés. Ya me atrapó desde la portada, que tiene la fuerza que le presta Carpani. Y la propuesta de por sí alcanzó para captar mi atención. Porque la Argentina de 2001 y su trágico desenlace de represión es un tema del que pocas ficciones se han ocupado, en todos los géneros narrativos (literatura, cine, televisión). En historieta tenemos dos antecedentes, sobre los que volveré más adelante en este blog, que son “Carne Argentina” de La Productora (2002) y más acá en el tiempo “Saltó la furia” de Mariano Antonelli (2015). Acá  el foco no está puesto en las horas finales del gobierno de la Alianza, ni en el corralito que representó el acabóse para la clase media. Muchos meses antes, era ya moneda corriente para muchos trabajadores la consabida bicicleta a la hora de cobrar el sueldo, hasta que los malabares para parar la olla resultaron imposibles y, ya sobre fin de año, derivaron en saqueos.

Emilio Utrera nos cuenta la historia de la imprenta “Félix e Hijos” ubicada en General Pacheco, que está por ser vaciada, quebrada y vendida por sus propietarios, y de la actitud que toman Cristian, su abuelo y el resto de los trabajadores ante la incertidumbre de quedarse sin trabajo y los intentos de la patronal por dividir las aguas entre los compañeros.
Decir que no está basada en ningún caso real sería inexacto, porque el argumento suena muy parecido a tantísimas historias que todos hemos oído, sobre todo en aquellos días y los años que le siguieron también. Y de hecho el propio autor aclara, en una pequeña nota antes del comienzo, cuáles fueron los ingredientes de los que se sirvió para urdir la ficción que tan bien desarrolló en setenta páginas. Algo parecido nos ocurre con algunos de sus protagonistas. Seguramente cualquiera de nosotros conoció gente como el Mono (gran diseño de personaje) o como Adrián y José, los hijos del jefe. Por lo demás, no están muy desarrollados que digamos los personajes. Cristian existe a través de lo que dibuja en las paredes, casi que el personaje son los dibujos mismos. Seguramente ninguno des estos personajes entre a la categoría de los más recordados de la historieta el día de mañana. Con lo cual no estoy diciendo lo mismo de “La Toma” como obra, al contrario. No pasará inadvertida y me atrevo a decir que fue un gran acierto de Fierro haberla publicado así y no “en fetas”. También es cierto que de haber durado un poco más, quizás hubiera ganado en profundidad de los personajes. El desenlace tampoco es grandilocuente, uno no se acerca al mismo pensando “uh, ahora se viene algo grosso”. Simplemente llega. Y en eso también se emparenta con la realidad, donde parece que la resistencia de un grupo de trabajadores y sus familias está destinada a pasar de largo entre la sobre información mediática. Siempre serán más importantes los romances entre futbolistas y modelos o la nueva app de tu celular para saber cuánta agua tiene tu palangana.
Gráficamente, la historieta de Utrera es muy sólida, la composición de las páginas tiene buen ritmo y se mueve según la necesidad del relato, coloreada correctamente, acorde a la ambientación, que está muy cuidada. La misma familiaridad que irradian los personajes es la que se percibe dentro de ese taller gráfico, con sus máquinas, sus papeles y emblocados secando al fondo sobre una mesa, junto a un mate olvidado.
No tengo mucho más para agregar. Si te acercás al kiosko buscando una buena historieta para leer y pasar el rato, con “La Toma” no perdés. A pesar del “precio sincerado” de la revista. Yo voy a estar atento a lo que haga Emilio Utrera de aquí en más, que seguro seguirá creciendo.

Sobre Fierro volveremos seguro, siempre hay tela para cortar. Y además ya casi cumple su primera década en la calle. ¿Cabrá esperar alguna renovación o se mantendrá en la meseta? ¿Qué están haciendo los pibes que la leyeron todos estos años? Veremos, veremos. Seguro hagamos algún balance próximamente. Por hoy es suficiente. Milagro si llegaste hasta acá sin aburrirte. Gracias por eso.


¡Al rescate!

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