Un comienzo de año
medio apagado.
Yo arranco mi blog cuando ya casi acaba el primer cuarto de
2016. Y la verdad que en este primer trimestre no sucedió mucho en materia
comiquera. Comenzamos, de hecho, con la triste noticia de que la editorial
cordobesa Llanto de Mudo bajó definitivamente su persiana. Y esto se debe a que, luego del fallecimiento
de su fundador Diego Cortés el pasado mes de Agosto, perdió el empuje y las
ganas su otro responsable y referente, el historietista Nicolás Brondo. Así lo
manifestó en un comunicado y desde acá lo lamentamos mucho, puesto que se trata
de una de las editoriales independientes que más dio a los lectores durante los
últimos años y acaso de las pioneras, siendo que arrancó allá por 1995. Por
suerte marcaron un camino y hay quienes lo siguen notablemente, como es el caso
de Loco Rabia, o el Hotel de las Ideas, por nombrar sólo dos.
Por lo demás, no hubo casi muestras ni lanzamientos. Podemos
atribuirlo al ocio vacacional de Enero, al “a ver qué pasa” característico de
toda transición de gobierno (que atravesó no sólo a la historieta sino a todo
sector del país), o al ajuste que efectivamente llegó tras la alegría del
cambio. Yo no sé, no me inclino completamente por ninguna de éstas hipótesis.
Yo simplemente aproveché mis breves vacaciones y me compré algunos libritos
para ir aprovisionándome, porque me estaba preparando para echar a andar en
esta humilde nave. Algunas de esas cosas las reseñaré en los próximos días.
Ahora bien, cuando ya casi tenía todo listo para salir al
ruedo con este sitio, me dije ¿con qué arranco? Entonces, Marzo entró a su
segunda mitad con dos novedades que a mí me resultan relevantes. Por un lado,
Clarín levantó a La Nelly
luego de trece años de publicación. Así nomás, sin mucho aviso previo y en
medio de una saga. Ya la habían sacado de la emblemática contratapa del matutino hace un par
de años, dejándola casi escondida en las páginas interiores, casi al fondo y ahora parece que la polémica jubilada de la motosierra pasó a
engrosar la lista de despidos en el sector privado. Por el momento es poco lo
que se sabe al respecto, así que “ampliaremos” como se dice en la jerga periodística.
Por otra parte, salió a la calle el número 113 de Fierro,
dedicado íntegramente a La Toma ,
de Emilio Utrera. A continuación, algunas impresiones que me dejó al momento de
leerla.
En Félix e Hijos,
todos adentro.
No es la primera vez que Fierro publica en sus páginas una
obra completa, dejando momentáneamente de lado su habitual formato antología.
De todas las veces que lo hizo, es la segunda que se trata de una obra inédita,
no publicada antes en ningún otro formato o publicación del exterior. El
antecedente del que hablo es “Tortas fritas de polenta” de Rodolfo Bayúgar
(número 78, Abril de 2013), obra cuya nueva edición en libro está a punto de
lanzar Hotel de las Ideas.
Sobre la obra previa de Utrera no puedo decir mucho. Nunca
hojeé siquiera su fanzine Barras, dedicado al fútbol, o más bien a lo que lo
rodea. Apenas leí el pequeño relato futbolero que incluyó en el especial
mundialista que Fierro hizo en 2014, y la tapa que dibujó para el número 93 no
me había gustado en su momento. Esta vuelta fue al revés. Ya me atrapó desde la
portada, que tiene la fuerza que le presta Carpani. Y la propuesta de por sí
alcanzó para captar mi atención. Porque la Argentina de 2001 y su trágico desenlace de
represión es un tema del que pocas ficciones se han ocupado, en todos los
géneros narrativos (literatura, cine, televisión). En historieta tenemos dos
antecedentes, sobre los que volveré más adelante en este blog, que son “Carne
Argentina” de La Productora
(2002) y más acá en el tiempo “Saltó la furia” de Mariano Antonelli (2015).
Acá el foco no está puesto en las horas
finales del gobierno de la
Alianza , ni en el corralito que representó el acabóse para la
clase media. Muchos meses antes, era ya moneda corriente para muchos
trabajadores la consabida bicicleta a la hora de cobrar el sueldo, hasta que
los malabares para parar la olla resultaron imposibles y, ya sobre fin de año,
derivaron en saqueos.
Emilio Utrera nos cuenta la historia de la imprenta “Félix e
Hijos” ubicada en General Pacheco, que está por ser vaciada, quebrada y vendida
por sus propietarios, y de la actitud que toman Cristian, su abuelo y el resto de
los trabajadores ante la incertidumbre de quedarse sin trabajo y los intentos
de la patronal por dividir las aguas entre los compañeros.
Decir que no está basada en ningún caso real sería inexacto,
porque el argumento suena muy parecido a tantísimas historias que todos hemos
oído, sobre todo en aquellos días y los años que le siguieron también. Y de
hecho el propio autor aclara, en una pequeña nota antes del comienzo, cuáles
fueron los ingredientes de los que se sirvió para urdir la ficción que tan bien
desarrolló en setenta páginas. Algo parecido nos ocurre con algunos de sus
protagonistas. Seguramente cualquiera de nosotros conoció gente como el Mono
(gran diseño de personaje) o como Adrián y José, los hijos del jefe. Por lo
demás, no están muy desarrollados que digamos los personajes. Cristian existe a
través de lo que dibuja en las paredes, casi que el personaje son los dibujos
mismos. Seguramente ninguno des estos personajes entre a la categoría de los
más recordados de la historieta el día de mañana. Con lo cual no estoy diciendo
lo mismo de “La Toma ”
como obra, al contrario. No pasará inadvertida y me atrevo a decir que fue un
gran acierto de Fierro haberla publicado así y no “en fetas”. También es cierto
que de haber durado un poco más, quizás hubiera ganado en profundidad de los
personajes. El desenlace tampoco es grandilocuente, uno no se acerca al mismo
pensando “uh, ahora se viene algo grosso”. Simplemente llega. Y en eso también
se emparenta con la realidad, donde parece que la resistencia de un grupo de
trabajadores y sus familias está destinada a pasar de largo entre la sobre
información mediática. Siempre serán más importantes los romances entre
futbolistas y modelos o la nueva app de tu celular para saber cuánta agua tiene
tu palangana.
Gráficamente, la historieta de Utrera es muy sólida, la
composición de las páginas tiene buen ritmo y se mueve según la necesidad del
relato, coloreada correctamente, acorde a la ambientación, que está muy
cuidada. La misma familiaridad que irradian los personajes es la que se percibe
dentro de ese taller gráfico, con sus máquinas, sus papeles y emblocados
secando al fondo sobre una mesa, junto a un mate olvidado.
No tengo mucho más para agregar. Si te acercás al kiosko
buscando una buena historieta para leer y pasar el rato, con “La Toma ” no perdés. A pesar del
“precio sincerado” de la revista. Yo voy a estar atento a lo que haga Emilio
Utrera de aquí en más, que seguro seguirá creciendo.
Sobre Fierro volveremos seguro, siempre hay tela para
cortar. Y además ya casi cumple su primera década en la calle. ¿Cabrá esperar
alguna renovación o se mantendrá en la meseta? ¿Qué están haciendo los pibes
que la leyeron todos estos años? Veremos, veremos. Seguro hagamos algún balance
próximamente. Por hoy es suficiente. Milagro si llegaste hasta acá sin aburrirte. Gracias por eso.
¡Al rescate!
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