martes, 11 de octubre de 2016

Las bodas de Fierro (2da parte).

¡Hola! Segunda entrega de este repaso por los diez años en la calle de la revista Fierro. Hoy hablamos de algunas secciones y suplementos que también  fueron parte de esta etapa de la emblemática revista. Ojalá les cope...

1. Clásica y moderna.

Si bien reitero y sostengo que haberle puesto a la nueva Fierro el subtítulo “La Historieta Argentina” resulta pretencioso, porque hay más historieta dando vueltas por el país, así como vida más allá de la General Paz, es indiscutible el rol que ha tenido la revista dentro de esa Historieta a la que alude. No sólo como cantera de historias y personajes. A esta Fierro siglo XXI hay que leerla como un puente entre generaciones. Entre lectores y artistas veteranos y nostálgicos de las épocas “de oro”, entre aquellos que vivimos los terribles y vacíos noventa y también entre los pibes de más acá.
Varios fueron los mecanismos para producir ese encuentro generacional. El primero de ellos fue el concurso Hora Fierro, lanzado en el #10, el mismo en que se estrenaban dos series emblemáticas de la nueva etapa como El síndrome Guastavino y Altavista. ¿En qué consistía el certamen? Sencillamente en animarse a (re)dibujar un guión del mismísimo Héctor Germán Oesterheld. La convocatoria tuvo gran respuesta por parte de montones de dibujantes de todo el país y las historietas ganadoras (en la mayoría de los casos) le hacían justicia a la imaginación del gran guionista argentino, desparecido por la última dictadura. El ejercicio sirvió además para demostrar la diversidad estética de los dibujantes argentinos, por más clásico que fuera el argumento elegido.
El otro puente entre tradiciones que se tendió  fueron las Chapitas de Fierro, un álbum de figuritas recortables (no autoadhesivas, por supuesto) cuyos protagonistas eran guionistas y dibujantes emblemáticos de la Historieta Argentina,“de los inicios a los 80s”. A la manera de los viejos álbumes de fútbol, ya sea con estampas rectangulares o las infaltables redonditas,  estaba todo el panteón: Salinas, Pratt, Vogt, HGO, Divito, Altuna, Del Castillo, Quino, Barreiro, los Breccia, Calé, Robin Wood, Collins, etc. Retratados por los contemporáneos Parés, Souto y Scalerandi. De esta forma se reconoce una tradición y una genealogía. Lo cual no impidió la irreverencia crítica y al mismo tiempo respetuosa con la publicación de Los cinco locos del plumín, de Parés y Podetti, por ejemplo. ¿Quiénes serán los clásicos de mañana?


2. Las versiones del humor.

Fierro no sólo ha publicado historietas por entregas. Han desfilado por sus páginas diferentes propuestas complementarias. La parte central de la revista solía albergar un pequeño suplemento, el Picado. A veces Fino, a veces Grueso, el mismo podía estar compuesto por historietas de humor cortas (de un mismo autor, o no), como por alguna serie de ilustraciones sin texto, a manera de experimentación gráfica. El Picado se extendió entre el #11 (edición a cargo de Lucas Nine) y el #47 (consagrado a un Juan Giménez épico).
La posta sería retomada más adelante, en el #80, con la inclusión del suplemento Fierrito, ahora sí completamente dedicada al humor tipo comix, alternado con reediciones de clásicos como Don Pascual. La propuesta, que era abierta a quien quisiera sumarse, prometía. Pero el contenido rápidamente se volvió caótico y el nivel de las viñetas publicadas notoriamente dispar. Aún así se mantuvo durante quince entregas, la última en el #97.
Otra gran sección de humor, fue El Cartoonero, creación de Esteban Podetti desplegada entre el #37 y el #80. ¿En qué consistía? Eran textos en los cuales se contaba la vida y obra de historietistas ficticios de todo el mundo, con obvios guiños no sólo a personas de la vida real, también eran brillantes tomadas de pelo a ideas de moda, prejuicios, estereotipos y posiciones irreductibles del fandom del cómic. Así conocimos a Mandel, un humorista gráfico obsesionado con oponerse a toda corriente política con tal de no ser tildado de nada por nadie; o Ayrton Galíndez, el peor editor del mundo, capaz de publicar a color una historieta en blanco y negro y sin pagar un centavo al dibujante, obvio. Los retratos elaborados por Podetti inmediatamente hacen pensar en personajes de la realidad. Afortunadamente, la editorial Historieteca anunció por estos días la próxima recopilación de dichas notas satíricas.




3. De teorías  y relatos.

Además de la risa, en Fierro también hubo lugar en estos diez años para la reflexión sobre el medio mismo, a cargo de Laura Vázquez, crítica y académica. Primero fue a través de su columna Ojo al Cuadrito, ojo que fue puesto sobre temas diversos como el análisis de autores en particular, el rol de la crítica especializada, las posibilidades de la historieta como lenguaje, la creación de ciertos cánones, la ruptura de otros, etc. Y si bien resultaba interesante en muchas oportunidades e invitaba siempre a releer desde otro punto de vista, la sección redundaba en un academicismo algo cerrado. Aún así fueron veintiséis entregas, pedazo de aporte a la bibliografía local sobre historieta, con el condimento de haber sido escrito desde la cocina de la misma, en contacto con sus autores, y no desde la distancia de la biblioteca o el aula solamente. La otra propuesta de debate teórico se llamó Cadáver Exquisito. Fueron nueve entregas en las cuales Vázquez introduce un tema y este es abordado por dos actores diferentes, ya sea un historietista, un editor, periodista, escritor, etc. Acá la idea es fomentar debate o acaso, acercarle al lector de historietas puntos de vista que le enriquezcan la lectura y por qué no le sumen reflexión a la manera en que la historieta es producida y consumida.
Y entre tanta viñeta, un cuentito no viene mal, ¿no? Bueno, Pedro Lipcovich nos ha regalado desde su sección Muñecos Grandes sesenta y siete relatos breves de gran imaginación y buena prosa, adornados siempre por diferentes dibujantes del staff de la revista. Sin duda disfruté unos cuantos. Aunque, en lo personal, creo que los cuentos cumplieron su ciclo. Alcanzan ya para llenar un volumen autónomo y devolver a la historieta ese espacio fijo que bien podría aprovecharse para más historieta.

4. Historietas para sobrevivientes.

Si bien no se trata de una sección, sino de historietas propiamente dicho, resulta ineludible incluir en esta crónica la experiencia de Historietas por la Identidad. Más aún cuando, felizmente, esta semana se hizo público que las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaron al nieto 121. Hijo de Ana María Lanzillotto y Domingo Menna, hermano de Ramiro, el protagonista de esta historia lo fue también de una historieta, aún antes de conocer la verdad que le fue secuestrada. No sabemos si este muchacho, hoy ya hombre y padre de familia, tuvo contacto con la historieta publicada en Fierro antes de acercarse a Abuelas, pero sin duda queda demostrado que aún hay muchas identidades por restituir, y tenemos que usar todos los caminos posibles para que no nos gane el tiempo. Sin duda fue un acierto incluir esta iniciativa entre las páginas de la revista. La historia del joven Menna fue fantásticamente ilustrada por Matías Trillo y la incluyo aquí, por supuesto. Fue la primera de la serie en publicarse (#55, Mayo del 2011) y le siguieron otras tres a cargo de Salvador Sanz, Fernando Calvi y la dupla Mantello/Podetti. Las Abuelas impulsaron más episodios, que fueron expuestos en Comicópolis y luego recopilados en un único volúmen, flamante ganador de una mención especial en los premios Banda Dibujada 2016.

Final del recorrido por hoy, ¡hasta la próxima entrega!



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